Una simple búsqueda en cualquier buscador de internet con las palabras “clima laboral y productividad» o «productividad y coaching” arroja miles de resultados. Sin duda, es un tema muy analizado e investigado en el ámbito empresarial y académico, y que suscita interés.
Es fácil que nos vengan a la mente algunos ejemplos renombrados que creen que divertirse en el trabajo nos hace más productivos, como el de la empresa Google. O como el caso de Iberdrola, que apuesta por la conciliación familiar con su proyecto Éxito en la implementación de políticas familiarmente responsables, que al año de su implementación y según palabras* del Sr. Ramón Castresana, Director General de Recursos Humanos, “…ha supuesto un incremento en la productividad directamente por un incremento de horas, 40 horas al año por empleado, eliminación de los tiempos perdidos en los cambios de ropa, así como en la hora de la comida. También ha supuesto una mayor motivación, la gente está mucho más motivada y rinde mucho más.”
Es cierto que no todas las organizaciones pueden poner en práctica las mismas medidas, pero la esencia, mejorar la productividad, es un objetivo en todas las empresas. Lo que variará es el cómo.
¿Qué puede hacer la empresa?
La lista podría ser larga, pero sirva como ejemplo lo siguiente: favorecer un buen ambiente de trabajo, dinámico y colaborativo, fomentar la responsabilidad individual, generar confianza, poner en práctica políticas de comunicación que incentiven la participación, la cordialidad y la transparencia, hacer un reconocimiento del esfuerzo, no solo de los resultados, etc. Y, por supuesto, existen métodos de coaching para empresas dirigidos a mejorar la productividad de los empleados.
Otro aspecto importante en el que la empresa puede incidir es en crear las condiciones físicas adecuadas para la realización del trabajo, que van desde aspectos como la iluminación, la temperatura o el espacio disponible, a contar con los recursos necesarios para un correcto desempeño. No olvidemos que se trata de conseguir que el colaborador aporte su máximo potencial productivo.
Cuando estos aspectos no se cuidan, se ha de asumir el riesgo de una alta rotación de personal, el coste de la formación de nuevos empleados, poca implicación de los equipos, etc. Todo ello repercute en la imagen de la empresa, la imposibilidad de atraer el talento o la insatisfacción de los clientes, entre otras cosas.
¿Qué puede hacer el trabajador?
Igualmente, son muchas las cosas que dependen de nosotros mismos. Vamos a destacar las siguientes:
- Debemos aprender a auto motivarnos, actuando con responsabilidad durante la jornada laboral.
- Evitar querer hacer varias cosas a la vez, no es una buena idea y nos resta productividad (investigación realizada por la Universidad de Stanford).
- Hacer un buen uso de las reuniones.
- No someternos a la dictadura del correo electrónico.
- No posponer lo más difícil para el final de la jornada, pues actuará la “fatiga de decisión”.
- No exigirse la perfección en cada tarea desde su comienzo. Como afirma Jodi Picoult “Se puede modificar una mala página, pero no se puede modificar una página en blanco”.
- Ser respetuoso con los demás y tener mentalidad de equipo.
- Tener una actitud predispuesta al aprendizaje continuo.
- Cuidar nuestra salud física y mental (hábitos de vida saludables y técnicas de desconexión).
En la fórmula de la productividad hay muchos ‘ingredientes’ que forman parte de la ecuación, y todos somos responsables.
* Más información en el Estudio de IESE Business School ”Productividad y empresa saludable”