Los clientes del futuro (y también ya del presente) son los millennials, y una de las muchas características de su estilo de vida es que la mayoría de ellos no lleva reloj. ‘Vaya tontería’ pensarán algunos. Sin embargo, desde el punto de vista del marketing, esta realidad da mucho juego y es muy interesante.
Al igual que en su momento las películas fotográficas desaparecieron, llevándose por delante a marcas tan reputadas y potentes como Kodak, por la aparición de las primeras cámaras digitales, ahora es posible que los relojes de pulsera pasen a ocupar un rincón en la memoria.
La generación millennial engloba a todas aquellas personas nacidas entre 1980 y el año 2000, un 24% de la población que comparte una visión de la tecnología y la sociedad diferente a lo que estaba previamente establecido.
Hasta la anterior generación a los millennials, llevar un reloj de pulsera era un signo distintivo. Cumplía una función tecnológica y también de imagen. Sin embargo, en pocos años están despareciendo de las muñecas de los nuevos y futuros consumidores. Esto no deja de ser una noticia preocupante para la industria del ramo. Porque, además, el proceso es muy rápido y no se observan soluciones.
Una alternativa son los smartwatches, pero hasta ahora no terminan de despegar y, desde luego, no están en las muñecas de los jóvenes millennials.
La gran ventaja práctica y anatómica del reloj es que va “anudado” a la muñeca, con lo que no interfiere en las actividades normales del ser humano. Además, está a la vista en cualquier momento, no necesita ser guardado y sacado (como un móvil) y es muy accesible.
Lo negativo, en verdad, es que ha perdido su valor tecnológico (la hora ya la da con más exactitud el móvil) y el concepto joya está menos valorado y tiene otros elementos que le hacen la competencia.
Este potencial anatómico es evidente y es su gran fortaleza de futuro o de supervivencia. Si alguien quiere hacer footing tiene que apoyarse en un kit para llevar el móvil (generalmente anudado al brazo), si paseas por la playa necesitas un bolso, mientras que la muñeca es el lugar más cómodo y accesible para un objeto tecnológico y de comunicación. ¿Esto significa que los smartwatches reinarán en el futuro?
Es probable. La transformación de los relojes de pulsera tradicionales en relojes inteligentes con las funciones de los actuales smartphones es el único escenario razonable de futuro. No tiene sentido cargar con grandes y pesados teléfonos cuando todo puede estar cómodamente alojado en la muñeca. No ocupa, no se pierde y no se olvida en ningún sitio.
Hay que fijarse en las muñecas de los millennials para ver si cambian sus pulseras por smartwatches; pero, para eso, los smartwatches tendrán que evolucionar para ser smartphones de pulsera y, entonces, podremos decir que ahora sí: los millennials llevan reloj.
Los clientes del futuro (y también ya del presente), los millennials, tienen en su mano decidir el futuro de los relojes. Si deciden anudárselos a su muñeca, se les augura una larga existencia como smartphones de muñeca. Si deciden prescindir de ellos, quedarán relegados al olvido y serán rescatados dentro de unas décadas como complemento vintage.