Vender coches en estos momentos, con confinamientos perimetrales, toques de queda, cierres de negocios y muchas dificultades de movilidad, es un esfuerzo encomiable y de un enorme mérito, casi una heroicidad. Que la cifra haya caído en enero un 50% sobre el enero precovid no está tan mal, visto en perspectiva, porque no olvidemos un dato importante: mientras que las cenas o comidas que los hosteleros no han servido o las camas de hotel que no han sido ocupadas se perderán; los coches que no se han comprado ahora, tarde o temprano, sí se venderán. ¿Cuándo? En unos meses empezará el repunte.
Desafortunadamente, la venta de coches no se puede adaptar fácilmente a modelos alternativos, como lo ha hecho la hostelería con el ‘delivery’ o con las ‘dark kitchens’; principalmente porque el coche es y representa otras cosas. Es necesario aguantar el chaparrón como se pueda y esperar a tiempos mejores para remontar.
Para vender coches con normalidad es preciso contar con libertad de movimiento y una cierta alegría del consumidor. Ninguna de estas dos circunstancias se está dando ahora, aunque la evolución es lenta pero positiva.
Vender coches en tiempos de confinamiento es encomiable. Pero más encomiable aún va a ser el cambio que se avecina. En unos meses vamos a tener bastante controlado el Covid, restablecida la movilidad y con una cierta normalidad en progreso. También vamos a tener a unos ciudadanos con enormes ganas de disfrutar de la libertad, del movimiento, de los amigos y familiares; y, además, con unos ahorros que los expertos cuantifican en cifras mareantes.
¿Estaremos preparados para ese momento?, ¿tendremos las estructuras, procesos y profesionales adecuados para atender con calidad y la mejor experiencia cliente?
Y, quizás, una cosa fundamental: ¿vamos a saber atender y vender de forma digital?, porque lo digital ya está creando una brecha definitiva que se va a configurar como una verdadera clave del éxito.