Podemos afirmar, generalizando, lo que resulta injusto para algunos: que la mayoría de los concesionarios no han tenido entre sus prioridades la gestión del talento de sus equipos. La relación con el personal ha seguido la pauta o cultura de considerarlos un gasto.
No obstante, esta idea de considerar a los empleados, tanto de postventa como de ventas, como un gasto y no una inversión, se explica por la escasa cualificación profesional de los equipos en los años del boom de la automoción a lo largo de los años 80 del pasado siglo. Idea, además, reforzada por la altísima rotación de los equipos, especialmente de ventas, con cifras cercanas al 30%. De ahí que, aún hoy, muchos gerentes y propietarios huyan de cualquier idea de inversión.
Después de superar una crisis catastrófica y una alta concentración en grupos del sector de distribución, las cosas no han mejorado mucho en este sentido. Es difícil encontrar en grupos de distinto tamaño a profesionales con el rol de RRHH; y, si lo hay, sus funciones son meramente administrativas: nóminas, contratos, etc.
En general, en los grupos de concesionarios, la gestión del talento ni se da ni interesa. El funcionamiento es más parecido a los medievales reinos de taifas, donde cada rey operaba por su cuenta. Cada gerente de cada marca opera por su cuenta: contrata, despide, promociona o cambia a las personas en función de los intereses del negocio. Si necesita una persona en ventas la busca, sin ofertar o compartir esa necesidad con el resto del grupo. No se producen sinergias, no se optimizan puestos, no se busca un desarrollo de carreras. Pero lo verdaderamente preocupante de todo esto es que no se atrae talento.
Es fácil ilustrar o argumentar esta idea de que los concesionarios no atraen talento: cualquier estudiante de grado, ingeniera o master, amante del motor, estaría encantado de poder hacer una beca o de conseguir un empleo en cualquier marca, por pequeña que sea. Encontrar un becario que quiera trabajar para una concesión o un grupo no es una tarea fácil, incluso a veces es imposible.
Frente al reto digital, las personas son el principal activo. Toda la transformación digital y la revolución tecnológica precisa del talento de profesionales para conseguir su mayor y mejor contribución para el negocio. Las personas ya no son un gasto, sino una inversión potente que nos aporta un valor tangible y medible económicamente.
Se habla ahora mucho del futuro de los concesionarios, con especulaciones de todo tipo. Lo que parece claro es que disponer de talento es una garantía de éxito, porque al final son las personas las que realizan las transformaciones, las adaptaciones, los cambios… ¡y que mejor manera de viajar al futuro que rodeados de talento!