La respuesta es, claramente, ¡NO!
¿Por qué? Hay varias razones que nos invitan al optimismo: La seguridad social ha llegado al nivel de 19 millones de cotizantes, el consumo de las familias sigue en alza y las ventas de automóviles en todos los canales (excepto el de particulares) siguen creciendo (atención al renting).
Es verdad que hay una gran incertidumbre política (aunque estamos mejor/mucho mejor que en el Reino Unido o en Italia), que las autoridades políticas han creado grandes dudas a los clientes (sobre todo con el diésel) y que las nuevas alternativas de transporte retrasan las tomas de decisiones de los consumidores.
Sin embargo, vemos cómo está creciendo el renting para particulares, cómo ha sido de exitoso el reciente plan de achatarramiento en el País Vasco o que los tipos de interés crediticio están y se mantendrán bajos en mucho tiempo todavía.
Desde nuestro punto de vista, una de las claves está en la renovación del parque. Ahí es donde nuestro sector tiene que presionar a las autoridades políticas para su intervención inmediata. Hay argumentos de peso: los vehículos más obsoletos, de más de diez años, generan una mayor contaminación ambiental, así como un mayor riesgo de accidentabilidad. Es preciso aportar ayudas urgentes para el achatarramiento, pero también acciones de comunicación contra los vehículos más contaminantes y otras acciones locales que desincentiven la posesión de vehículos antiguos. La medida de la alcaldía de Londres de gravar a los vehículos antiguos con tasas mayores por entrar en la ciudad es una iniciativa para la reflexión y puede ser una tendencia interesante.
Esperemos que las próximas elecciones generales y locales vayan despejando el camino y poniendo en marcha soluciones. Pero no, no estamos en crisis.