La realidad que vivimos ahora mismo es de una total incertidumbre. El comienzo de este año, que era considerado como el de la gran esperanza, no ha podido ser peor: media Europa confinada por la tercera ola de Covid, Brexit, asalto al capitolio en EEUU, la tormenta Filomena, terremotos en Granada, etc… Hasta el comercio digital, que había sobrevivido en los peores tiempos del Covid, se ha visto muy afectado por Filomena. Ni siquiera hemos podido disfrutar, este año, de las rebajas de enero.
Veamos el vaso medio lleno, porque para llorar siempre hay tiempo. La pandemia del covid-19 ya tiene remedio. Habrá que esperar unos meses, meses duros sin duda, pero existe una fecha de caducidad. Contamos ya con diversas vacunas operativas en los países occidentales y varias decenas en distintas fases de desarrollo. Es cuestión de tiempo. Este verano será mucho más tranquilo.
A nivel económico, los ahorros de las familias españolas están en una cifra cercana a los 800.000 millones de euros, una cifra récord en muchos años y estamos a la espera de que lleguen casi 200.000 millones de euros de fondos europeos para invertirlos en diferentes proyectos de desarrollo.
Desde un punto vista gráfico, podemos decir que estamos en un túnel, largo y profundo, donde podemos ver la salida clara y luminosa, pero estamos dentro y, aunque caminemos deprisa, nos queda aún un largo trecho para llegar al final, porque está todavía lejos, y el túnel está lleno de obstáculos que nos hacen difícil y complicada la marcha.
Son momentos para la resistencia, para aguantar y revisar nuestros modelos de negocio. Para ser más eficientes y digitales, pero sin olvidarnos de los clientes. No debemos cometer el error de algunas de las entidades bancarias de este país que, en su huida hacia la rentabilidad, se han olvidado de los clientes y eso es una mala fórmula.
Ahora, y en los meses venideros, es muy importante mantener vivas las organizaciones, cuidar la salud y al talento. Reinventarse todos y cada uno de los días y apostar por fórmulas como la digitalización que nos hagan más flexibles y eficientes; pero, desde luego, nunca y en ninguna circunstancia podemos olvidarnos de los clientes. Son el presente y el futuro.
Y, además: pensamiento positivo. El optimismo, como todas las emociones, es contagioso, como la risa o el bostezo. Tenemos que pensar en positivo, buscar soluciones para superar los obstáculos, y no dejarnos llevar por el pesimismo y la autocomplacencia. Siempre hay tiempo para llorar, pero después tenemos que luchar, no hay otra opción inteligente.
¡Vamos a por el futuro que nos merecemos!