Mucho se habla de la tecnología, la transformación digital, la automatización de procesos y la tendencia a sustituir a personas por robots… De algo hay que hablar, pero nada de esto es nuevo y conviene contemplarlo dentro de su contexto para tener una visión completa y no sesgada sobre la realidad laboral que nos rodea.
La tecnología y la digitalización han supuesto un cambio de paradigma en cuanto a los niveles productivos en el ámbito profesional (y personal), pero no debemos olvidar que el cambio es una constante y este proceso de evolución nos viene acompañando desde el paleolítico. No es algo parejo a la generalización del uso de internet, como muchos piensan.
Los orígenes
Con el surgimiento del ordenador se comenzó a hablar de la sustitución de las personas por máquinas, pero, excepto en ciertos contextos laborales, como una fábrica de producción en cadena, donde una persona no supone un valor añadido al proceso, es indispensable contar con la actividad intelectual que aportamos las personas.
Las máquinas, los robots, están para ayudarnos. ¿Recuerdan a su abuelo o a su bisabuelo segando el campo con una hoz? La hoz fue, en algún momento, la tecnología más vanguardista de su tiempo.
Hoy, igual que ayer, la tecnología desarrolla y pone a nuestra disposición una serie de herramientas para ayudarnos a ser más productivos. Pero, imagínate la máquina agrícola más potente del mercado… ¿por dónde empezarías a utilizarla?, ¿funciona ella sola?, ¿es capaz de pensar por sí misma y tener los conocimientos sobre el campo que tenía tu abuelo?
Las personas somos necesarias para sacar el máximo partido a las máquinas. Tener las herramientas más potentes del mercado sólo son útiles si sabemos utilizarlas, pues ellas, por sí mismas, no tienen nada que aportar.
La actualidad
Enfocándonos en nuestro día a día, un ordenador, una tabla de Excel, un smartphone o el correo electrónico son elementos imprescindibles en nuestra jornada laboral diaria. Ahora, imagínate que no sabes utilizarlos. ¿Para qué te sirven? Para nada…
Por tanto, el mensaje de esta reflexión es el siguiente: por mucho que avance la tecnología, la digitalización, o se automaticen procesos, es necesario que haya una persona detrás para sacar el máximo partido a estas herramientas. Sin nosotros no son nada, y nosotros sin ellas sí (aunque con ellas seamos mejores).
¿La clave del éxito?
Desarrollar nuestro talento, nuestras habilidades y nuestras actitudes para sacar el máximo partido de esa tecnología, esas herramientas digitales y esa automatización de procesos, para enfocarnos en lo realmente importante: poner en valor nuestra capacidad intelectual y no perder el tiempo en trabajos mecánicos que los robots pueden hacer por nosotros.