Las políticas de desarrollo del talento son un clásico en recursos humanos. Se ha escrito tanto sobre este tema, y tan bueno, que poca cosa podemos aportar nosotros al respecto.
Hay gente que apuesta por incentivos salariales, otros por distintos pagos en especie, los más modernos por políticas de flexibilidad de horarios y de mejoras de calidad de vida, etc. Pero todo ello quedará en nada si los encargados de “gobernar” los equipos carecen del talante necesario y de la empatía suficiente para conseguir el máximo de rendimiento con elementos de carácter más emocional, que consigan una buena calidad de vida en el trabajo o un ambiente laboral estimulante. Si los mandos intermedios hacen irrespirable el clima de trabajo o generan un ambiente negativo, poco se logrará con las acciones clásicas. Más bien lo contrario: que los mejores estén enviando currículos a todo lo que se mueve y llamando a todas las puertas que encuentren a su alcance.
Hace poco, hablando de estos temas con un cliente que me pedía ideas, le respondí que la idea fundamental es que el rol de los mandos intermedios ha de ser ayudar a que la gente sea razonablemente feliz en su trabajo. Tan simple como esto; porque esta es la verdadera clave del éxito para conseguir retener a los talentos en la empresa.